Historia
Apenas si existen datos documentados, aunque se supone que el término de Almonacid estaría poblado en época Celtibérica, al igual que la cercana Nertóbriga –proximidades de La Almunia- y romana, dado que el Itinerario de Antonino citaba vías de comunicación principales en el entorno y también en la cabecera comarcal se halaron restos de época romana.
La dominación árabe debió de dar importancia a la localidad, ya que el topónimo, el trazado de sus calles, la tradición alfarera y otros aspectos así lo demuestran. Aquí se hallaron algunos documentos y libros aljamiados, escritos en árabe, que se cuentan entre los más importantes hallazgos en la península.
La reconquista llegó con Alfonso el Batallador, al igual que toda la zona, a comienzos del siglo XII, aunque permaneció la forma de vida y costumbres islámicas bajo la protección de señoríos hasta la expulsión en 1610. Inicialmente, tras la reconquista, la población fue de realengo es decir, dependiente de los reyes. Así permaneció a lo largo del siglo XII y parte del siguiente, cuando pasó a depender de la casa de los Luna, una de las grandes de Aragón que poseía los cercanos señoríos de Illueca y condado de Morata y Argillo. De dicha familia fue Pedro Martínez de Luna, el que posteriormente fuera papa aragonés Benedicto XIII, protagonista del Cisma de Occidente que dividió a la iglesia católica en las postrimerías del siglo XIV y comienzos del siguiente.
Otro de los miembros de la familia Luna protagonizó un luctuoso suceso que se fraguó y cometió en Almonacid: el asesinato del Arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia, fervoroso partidario de Fernando de Antequera, uno de los aspirantes al Reino de Aragón al morir sin descendencia Martín el Humano en 1410. Antón de Luna era uno de los más vehementes señores que apoyaban al otro pretendiente de la corona: el Conde de Urgell. Así, el de Luna planeó y consumó el asesinato del arzobispo cuando regresaba de una sesión del Parlamento en Calatayud en 1411. El suceso enemisto a Antón de Luna con el papa de su misma estirpe, quien tuvo una importancia capital en el Compromiso de Caspe, que en 1412 elegiría rey a Fernando de Antequera.
El nuevo rey de Aragón confiscó a Antón de Luna todos sus bienes, entre ellos la villa de Almonacid, que fue entregada a un declarado enemigo del de Luna, Pablo Ximénez de Urrea II, cuya familia, los Condes de Aranda, mantendrían el dominio sobre la población hasta la supresión de los señoríos en 1812.
Pero lo que realmente marcó el pasado de la población, por la convulsión que supuso, fue la expulsión de los moriscos a comienzos del siglo XVII, ahora hace cuatro siglos. Almonacid tenía la práctica totalidad de su población morisca, es decir, musulmanes convertidos al cristianismo que conservaron su cultura y costumbres.
El geógrafo portugués Juan Bautista Labaña recoge en su “Itinerario del Reino de Aragón”, realizado entre 1610 y 1611, que “Almonazir es un lugar grande situado al pie de la sierra, es del conde de Aranda, quien tiene en este lugar una muy buena casa situada en lo alto de un otero, al pie del cual yace el lugar”. Labaña explica que “fue población de moriscos y fueron los últimos que salieron de este reino, había 300 vecinos y ahora no hay más que cincuenta”. En total, las cifras aportadas por los historiadores hablan de más de 1200 habitantes de Almonacid expulsados de sus casas. La expulsión supuso un gran retraso en el desarrollo de la localidad que no se superaría hasta muchos años después, aunque los señores concedieron en 1628 una carta de población a los colonos con que se repobló la localidad.
Más de dos siglos después, la descripción que el diccionario de Madoz hace de Almonacid a mediados del siglo XIX, explica que tiene “300 casas de regular construccion distribuidas en varias calles y plazas espaciosas y bien empedradas; un pósito, una carniceria, dos posadas públicas, una escuela de primeras letras pagada de los fondos del comun, á la que concurren de 80 á 100 niños, otra particular para las niñas en la que ademas de las labores propias de su sexo, se les enseña á leer y escribir”.
Madoz apunta que “el terreno llano en general es de buena calidad y muy feraz, aunque pudiera serlo mas á tener las aguas suficientes para el riego”. Su crónica describe un pequeño carrascal, un “estenso terreno poblado de maleza, y dehesa de finas yerbas de pasto”. La producción que destacaba Madoz la encabezaba “el vino, trigo puro, centeno, cebada, avena, garbanzos, judias, pocas frutas y hortalizas, y cria ganado lanar, cabrío y alguna caza”. De su industria, Madoz relata los ya desaparecidos alfares, fábrica de aguardiente y la “arriería”.